lunes, 27 de abril de 2009

De las palabras que hoy he de transgredir...

El cuerpo inerte de un humano, con su espectro de viscosidad inconclusa; ente ahumado en fétidos gases que encorvan la garganta a punto de ebullición, la piel casi acartonada, la imagen decadente de aquello que ya-no-es. Fue. Ahora, los ojos del espectador; círculos perfectos de incertidumbre, aún ahí, en la única creencia de la materia y nada más, aún ahí la muerte es el hueco que inunda un espacio minúsculo en cada célula y la completa a través del vacío ostentoso y cruel, violento y nauseabundo de ver que uno no será más. Reacción latente casi palpable al instante, como la escultura que yace en la plaza principal de Palermo. Tan visceral y tan retraída del ambiente que pareciera no existir. Es sólo por que persiste ahí, tan obvia y repetitiva que he de soslayar mi vida con la expectativa de lo que ES. Sin vislumbrar que lo que NO ES me refleja mas nítidamente. Me aclara. Y yo no quiero ser negra.
La muerte: el acto de presenciarla, tan fatídico y consumante como comer, respirar y coger; la muerte allí me priva. ¿De qué? Nada, ella misma es la irónica reverberación. Si muero es que no estoy viva. Otro que murió no es. Pero la nada no existe. Aquí en medio del asco de mi boca y la niebla de mis ojos…Aquí me prohíbo entera. Ser capaz de vislumbrar tanto de lo que no es, me prohíbe la existencia; a donde quiera que dé el primer paso, cualquiera que sea mi pensamiento después de abarcar semejante acontecimiento es ya por sí mismo un milagro. Transgredí esa regla tan obvia, la muerte, para vivirme día a día. Supondría un acto noble, derrochando un señorío casi divino el simple hecho de “pensir” (pensar-sentir) después de ser poseída por el secreto de la carne. Sin embargo, “pensimos” como si la célula nunca fuese recubierta de huecos. Si yo no viera mi hueco celular finando (curioso tiempo de la palabra fin… esta sucediendo el fin…tan presente y tan ya pasado) entonces la barbarie y el martirio estarían tomando el trono de mis miembros. Habría de transgredir la misma permisividad de la trasgresión, que, antes mencionada, era noble. Ahora me acobardo ante el complejo de vivo y me ulcero en el éxtasis de la “libertad.” Mezquino. Vulgar. Cagada pura y hastiosa. Yo que he visto cuan mierda puedo ser, olvido que soy porque violo a mi-muerte al concebirla, entonces me reconozco tan humana como la mierda. Pero aquel que no reconoce ni a la muerte, las heces son sus células cancerígenas, donde rige el miedo y la vergüenza, y la imprudencia de un estúpido. Y decido unir a miles que agónicos y los contagio con verborreas de defensa. Y los atiborro con un sentido nacionalista que sólo busca coartar y enmohecer la gran escultura de la gran plaza. Y los lanzo a guerrear. Y teñir de negro aquello que proclamo mío. Entrar en la casa de algún otro que es y ultrajar como si nunca fuera a no ser; sin conceder el más mínimo acto de nobleza y dignidad. Historias sin autor…

La toman del cabello, la arrojan al suelo y la nariz se estrella sangrando, se baja el pantalón y ofende entre las piernas con voracidad. Mientras más adentro raspa con el fuero de su vergüenza más limitado ES. Una sola línea se dibuja en su acto. Un espejo roto y empañado.

Patean la puerta y las balas se apoderan del silencio que usualmente rompe la mañana. Llegan a la habitación, sin luz, toman al hombre; pierde los dientes de un sólo golpe con la culata de una M240 y sus cachete izquierdo se deforma ante la presión de la bocacha. Una serie de tiros le perforan el cachete, atraviesan la garganta y le explotan el cerebro. Toman a la mujer; ella ha visto todo, la atraviesan con la misma ametralladora, ya dentro disparan procurando un río de sangre despidiendo (nota, ya inerte pero aun haciendo) los maquiavélicos olores. Mientras tanto en la otra habitación ya tomaron a los niños el pequeño de meses es arrojado por la ventana y cae sobre un contenedor de basura que estaba semiabierto. Los otros dos son balaceados con los ojos a la pared. Mas de 60 balazos cada cuerpo.

Llega a su escritorio, se sienta y “considera” que el narcotráfico es vulnerable al trato con tanque y cañón, unifica fuerzas para ignorar al otro mundo… Ignorar el mundo que tiene hambre (tan visceral como el hueco de la célula), el que desaparece en desiertos, el que cierra los ojos y se hace invisible cuando se aproximan los federales-estatales-municipales (poco importa), el que come las sobras ferroviarias, el que a orillas de un río con machete se define como ciudadano, el que en diciembre festeja acribillado la miel que no le ha sido devuelta, el que cruza para no volver, el que con un simbólico toque de queda no sale después de ponerse el sol, el que no confía en los taxis, el que después de veinte años desespera el juicio hipotético que nunca llegará, el que carga la gripa-pulmonía de cuatro de sus seis hijos que culminó en muerte a las alturas de una sierra ilusoria, el que en quince años de dobles turnos y horas extras de trabajo no ha logrado poseer una vivienda, el que…el que…el que…
ÉL QUE “CONSIDERA”.
Cagada pura y hastiosa. No sabe siquiera que no sabe.

La prohibición en su más nítida imagen, existe a partir de la muerte que todos, aunados o no, experimentaremos. Su magnificencia radica en como "pensimos" al sabernos mortales. Es tanta la prohibición al momento de evidenciar mi existencia vasta, minimalista y responsable de todo y nada… transgredir esa inmovilidad-prohibición que nace de ver a un muerto es la prohibición en bruto magnánima como "una gaviota en vuelo que caga sobre el ojo de un águila” (citando a Julio Medem - Caótica Ana)
Si no han de ser caminos de vida…(aquello que NO ES y aclara). Entonces es el estúpido profanador y soberbio "Dios" que todo lo sabe y lo ve y que con ojos cerrados cree que es de buena suerte si le caga un pájaro en los ojos. ¡Es mierda! ¡Aprende a verla inútil! Tómala y digiérela como lo haría un animal cualquiera. Y sigue un camino de vida. Que la prohibición posibilita la transgresión, emblema evolutivo. Pero no la transgresión emblema de tu vanguardia y profanación de humano. Cuando es mierda, ES MIERDA.

L I T E R A L

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